Con estos cambios tan radicales que se dieron prácticamente de un día al otro, la mayoría de las escuelas y sistemas educativos nos tuvimos que ver en la necesidad de migrar al uso excesivo de pantallas (computadoras, celulares y tabletas) para poder continuar con la educación de los niños. Para nadie fue sencillo: ni para los papás, ni para los maestros y mucho menos para los niños.
En esta migración de lo físico a lo digital muchos lograron adaptarse, pero algunos otros fracasaron en el intento. Escuché historias sumamente tristes: maestros que eran buenos en el aula, pero pésimos en el mundo digital por un sin fin de razones; al no lograr adaptarse desistieron de la enseñanza.
Supe de familias que tenían 3 hijos y sólo una computadora en casa, sin dinero, desempleados por la crisis sanitaria y sin posibilidades para poder comprar una nueva computadora; tuvieron que optar por seleccionar cuál de los hijos debía de asistir a la nueva escuela digital y cuál se tomaría un descanso hasta volver a la normalidad.
No obstante, también me enteré de historias alentadoras: maestros que, a pesar de su limitaciones y edad, lograron transformarse para aprender nuevas habilidades por amor a sus alumnos.
Como ya mencioné, para nadie fue sencillo. De repente el trabajo de ambos papás pasó de estar en una oficina al comedor de su casa, pero no sólo eso, a su lado también era el aula de clases de sus hijos. Todos los días se volvieron «el día de llevar tu hijo al trabajo», pero al mismo tiempo era el día de «lleva a tu papá a la escuela».
Las mamás trabajadoras fueron de las más afectadas, porque no sólo tenían que preocuparse por su trabajo y los quehaceres del hogar, ahora debían vigilar que sus hijos estuvieran prestando atención en clase.
La situación se ha normalizado o por lo menos nos acostumbramos a los retos diarios que esto conlleva, hemos hecho nuevos hábitos parte de nuestro día a día como no salir de la casa sin cubrebocas, por ejemplo. Sin embargo, hay algo que es preocupante y que es un hábito que no podemos conservar, ni normalizar en nuestra vida diaria y tiene que ver con el exceso del uso de tecnologías en el día a día, específicamente el de pantallas.